Revista Veintitrés, Kilómetros de sabiduría, Eugenio Palma Genovés, 2011
Kilómetros de sabiduría
Diluvia en Buenos Aires cuando entro al Centro Cultural Recoleta a encontrarme con Isabel de Laborde. Ella, junto con sus colaboradores están terminando de armar la Sala J, donde a la noche siguiente será inaugurada su muestra "Cordón Vegetal".
Mientras se testean distintas opciones de iluminación, me aparto para conversar con Isabel acerca de su herencia franco-mexicana, y de cómo el amor la llevó a encontrar su lugar en el mundo.
Su tono cálido de voz me lleva hacia tierras más áridas, que es en donde se gesta el trabajo que presenta. Después de pasar su infancia en México y su formación artística en Bellas Artes en Francia, Isabel se muda a la Patagonia, en donde su marido, nieto de pioneros, le inculca el amor por esta zona de precordillera, austera y ventosa.
Esa escala de inmensidad es proporcional al potencial de silencio y vacío que ella necesita para crear. "Es una gran felicidad para mí saber que ya encontré un paisaje con el cual me siento muy a gusto", me cuenta Isabel en relación a San Martín de Los Andes.
Y en medio de este horizonte ella comienza a hacerse de distintas piezas de madera muertas, algunas quemadas, otras cruzadas por rayos y siente ganas de intervenirlas para devolverles algo de vida. Nota que las piezas forman un abecedario de formas, como si fuera un nuevo idioma y ahí se da cuenta que se trata de una familia. Como si fuera una representación del mundo actual: japoneses, argentinos, mexicanos y franceses formando un cordón.
Paralelamente decide, junto a su marido, plantar dos hexágonos de 90 árboles cada uno con idea de donarlos eventualmente a personas con las cuales tienen un vínculo afectivo, formando así su cordón umbilical de afectos y también con la madre tierra.
El ritmo patagónico influenció sin duda la manera en que presenta su arte. No es inmediato, hace falta una contemplación, sentir las piezas para generar un entendimiento de las mismas y sus escalas. "Plantar un árbol necesita unos 10 años, si sobrevive ese tiempo al hielo y al ataque de los animales ahí ya se define que va a crecer. Y 10 años es muy poco en nuestra vida, si tenemos salud podemos trabajar hasta los 90 como Louise Bourgeois"
Así Isabel construye un paisaje imaginario con texturas de la naturaleza, al generar un diálogo entre sus piezas de volúmen y su serie de tintas sobre papel, donde sus dibujos abstractos conviven con conceptos geométricos, stencils y frottages á la Max Ernst. Toma papeles japoneses y los frota sobre pedazos de árboles, sobre esto hace una serigrafía, enfocada en el aspecto vegetal que hay en el cuerpo humano: las arterias de la sangre como copas de árboles.
Este proyecto es un sinónimo de cómo le gusta abordar la vida, interviniendo diferentes soportes. No se define escultora, grabadora o ilustradora sino todo a la vez. Incluso en la parte humana. Al trabajar con el inconsciente, inicialmente no termina de comprender lo que hace a partir de la mancha y la abstracción. Y son esos kilómetros de inmensidad y libertad para trabajar los que recomponen el sentido de su trabajo final.
Su vida se enfoca hacia la consciencia del ser, no solo poder conocer la realidad y ayudar a los demás. También entender que si bien ha elegido el camino del arte, su vocación es hacia el otro.
Se realiza y se mantiene sana a través de su trabajo. Pero su gran vocación es la llegada a la gente, sanando a través de la creación.
"El arte une toda la gente, todas las religiones, todos los idiomas, es el acercamiento de todos nosotros".
Eugenio Palma Genovés