Revista Nueva, "Con el corazón mirando al Sur", Junio 2011

Con el corazón mirando al Sur

Isabel de Laborde es una artista franco-mexicana que se enamoró perdidamente de Buenos Aires y San Martín de los Andes. En la Argentina no solo formó su familia, sino que se desarrolló gran parte de su elogiadísimo trabajo. Ahora, presenta una muestra en la que interviene maderas de lagos y ríos de la Patagonia, lugar que se le presentó en su camino como una obra de arte en sí misma.

Lo único que espera es seguir con "sed adentro", como escribió el poeta Hugo Mujica. Esa sed no solo la define como artista, sino como una mujer aventurera, que no es de aquí ni de allá, y que responde a la perfección esa frase que rezaba: "Y ser feliz es mi color de identidad".

Isabel de Laborde nació en 1953, en el Distrito Federal (México). Pero cuando se le pregunta por sus orígenes, aclara que es "franco-mexicana", ya que cursó el secundario y sus estudios de arte en una París que la enamoró a primera vista. Pero si de amores se trata, allí aparece la Argentina, con su magia cautivadora y hechizante. Al cumplir veinte primaveras, Isabel conoció a Miguel de Larminat, integrante de una de las primeras familias que habitaron el sudoeste de la provincia de Neuquén. Si bien, y gracias a una amiga, ya había tenido cierta ligazón con la cultura nacional. fue su romance con Miguel lo que terminó de convencerla de las bondades y bellezas de este país ubicado al sur del planisferio. Se casaron en México, en 1978, al son del Trío Los Panchos, luego vivieron en Venezuela, y desde 1980, reparten su tiempo entre Buenos Aires y San Martín de los Andes, donde están sus talleres. Fruto de esa relación, nacieron Victoria (25) y Pablo (22).

Claro que Isabel también tiene otros "hijos": sus esculturas, tintas, pinturas y grabados, donde "... la insinuación es todo. La insinuación, vale decir, el indicio o la promesa de una revelación", como opinó, alguna vez, Santiago Kovadloff. Por estos días, los trabajos de Isabel se lucen en el porteño Centro Cultural Recoleta, en una exposición titulada "Cordón vegetal", una instalación de maderas de ríos y lagos patagónicos. "La muestra tiene tres ramas: las maderas intervenidas, las tintas y una plantación de ciento ochenta árboles, que hicimos con mi marido -describe la propia Isabel-. Son dos hexágonos de noventa árboles, cada uno en homenaje a mis padres y a mi suegro. Uno por uno, esos árboles serán donados a quienes tuvieron, tienen o tendrán un vínculo con nosotros y con los ciclos de la vida, constituyendo un gran cordón de afectos y, a la vez, un cordón umbilical con la Madre Tierra. En cuanto a las maderas, son una gran familia de formas serruchadas con motosierra, talladas, pintadas, quemadas y con incrustaciones de esmaltes cerámicos. Reflejan la singularidad de cada individuo en el mundo".

Isabel cotiza en alza entre coleccionistas privados y empresas de Madrid, Zúrich, Miami y Londres (amén de las argentinas y mexicanas). Después de estudiar en la Union Centrale des Arts Décoratifs y la École Nationale Supérieure des Beux Arts, en París, se empleó como diseñadora textil junto a Marielle Bancou y Primrose Bordier. En los ochenta, absorbió la sabiduría de Aurelio Macchi, Eduardo Stupía, Carlos gorriarena, Luis Felipe Noé, Matilde Marín, Lucrecia Urbano, Lucrecia Orloff y Alejandra Jones.

-Isabel, ¿por qué la Patagonia marcó una huella tan grande en usted?

-Mi familia es muy cosmopolita y a mí me gustan las sincronicidades. Hoy, soy argentina por adopción y, si fuera posible, mi cuarta nacionalidad sería ¡la patagónica! Pero mi fascinación por esta zona no es por azar. Mi arte fue plenamente impregnado por sus ritmos, sus silencios, su generosidad e inmensidad y la calidez de su gente. Mi vida era muy urbana: solo entendía el ambiente rural a través de las pinturas que veía en los museos. Por eso, cuando descubrí la Patagonia y me encontré en ese universo compuesto por kilómetros y kilómetros de papel en blanco, me sentí atrapada. Estar inmersa en la naturaleza te pone en contacto con el sentido de la vida, con el cosmos.

-Bueno, de hecho ese es el concepto principal de su exhibición actual...

-Exacto. Hay un hilo sutil entre la naturaleza y la vida misma, que hace que uno forje su propia unidad en la diversidad. Eso no sucede porque sí. Cuando apunto a "cordón vegetal" me refiero a esos lazos afectivos y a esa familia, que cada uno talla a su alrededor.

-¿Cómo podría resumir su obra?¿Qué busca transmitir a través de ella?

-Me baso en la abstracción, y la naturaleza es su detonador. El paisaje patagónico es parte de mi paisaje interior. Ambos se mueven juntos; son ritmo y poesía: tallo e intervengo las maderas de los ríos y los lagos, cosechando colores, geometrías de la naturaleza curtidas con el viento y esculpidas por el agua. Y gozo al darles una nueva vida y bautizar sus formas. Las tintas chinas son una escritura más simbólica, pero las maderas hablan, tienen su historia, así como nuestros hijos tienen sus fibras, vetas y aromas. La vida con el arte y el arte en la vida conviven todo el tiempo. Morimos y nacemos constantemente.

-¿Cuán importantes son para usted las líneas, el color, la textura y la geometría?

-Son nada más y nada menos que los elementos que necesito para crear lúdicamente en los papeles o en las telas. De allí salen verbos, danzas y ritmos. Macro y micro se entrelazan. El paisaje está dentro de mí: ¡somos paisaje! En particular, incorporé la escala patagónica, ya que me encanta su inmensidad. Con las tallas de maderas, la geometría es fundamental: las curvas nacen de las rectas, como me remarcaba Macchi.

-Ya que menciona a Macchi, ¿cuáles fueron y cuáles son sus referentes?

-Tuve maestros maravillosos en diferentes áreas. Tres de ellos me enseñaron que abstracción y figuración eran parte de lo mismo: "Yuyo" Noé, Gorriarena y Stupía. Por otro lado, Kovadloff me aconsejó que la metáfora es necesaria y que no hay nada mejor que trabajar en lo desconocido.

-¿Qué la inspira, Isabel?

-La naturaleza, por supuesto. Ella es mi gran musa.

Escuchar el vació y el silencio, que son reveladores. El acto creador es un viaje hacia la libertad, el espacio y hacia una manera de pensar haciendo. Intento escaparles a las ideas previas, por lo que asocio inconscientemente. En ese instante, sé que soy habitada por un paisaje inconmensurable en el cual voy inscribiendo determinados signos.

-¿Cuáles son sus próximos proyectos?

-Sueño con recorrer la Argentina montando distintas versiones de "Cordón vegetal", siempre con una premisa: se siembra y se cosecha, con tenacidad.

Mariano Petrucci